lunes, 26 de diciembre de 2011

Regale libros

Estamos tan sumergidos en la tecnología que ya no sabemos vivir sin el móvil pegado a la oreja, sin chatear en el ordenador, sin perder el tiempo con vídeo juegos que anulan la razón y evitan el tener que reflexionar tan solo un momento; y el resto del tiempo lo dedicamos a ver tonterías y chorradas en Telecinco, donde "friquis" sin oficio ni beneficio nos demuestran como es posible vivir bien sin dar un palo al agua. Esta es la clase de ser no pensante no reflexivo en que nos estamos convirtiendo.
Eso de leer libros, de preocuparse en averiguar lo que significa una palabra que no entendemos, de mirar una enciclopedia cuando haga falta, eso está muy anticuado. Eso no se lleva ya.
Creo que me inicié en el vicio de la lectura con las novelillas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, mi tío Rafael las tenía a montones en la casa de la playa de La Viuda. Eran libritos muy pequeños y digestivos que se podían leer en poco tiempo sin aburrir: aquellos pistoleros solitarios con mirada acerada gris ...
Mi abuela tenía una extensa biblioteca con muchos libros de editorial Reno, libros de tapa blanda con bonitos dibujos en sus portadas, las cuales miraba con interés de cuando en cuando sin atreverme a meterme en una lectura concienzuda. Había libros de Agatha Christie (algunos tenían una portada de lo más siniestra) pero las portadas que más me llamaban la atención eran las de las novelas de Sven Hassel: "Gestapo", "¡Liquidad París!", "Batallón de castigo"; eran novelas que en la portada de la edición Reno se veían escenas de guerra sugerentes para la imaginación infantil. Ya adolescente me atreví con su lectura y no diré que no pasé malos momentos con las aventuras y camaradería del "legionario", el "barcelona", etc.
También me marcó mucho en la adolescencia la edición en formato historieta de las "Joyas Literarias". Realmente se trataba de joyas de la literatura como las novelas de aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari, Mayne Reid, Mark Twain, Fenimore Cooper, la serie del "Sheriff King". Estas historietas las tenía reservadas en el estanco y cuando compraba una nueva me gustaba aspirar el olor del texto nuevo todavía sin abrir (creo haber leído a Arturo Pérez Reverte que tenía esa misma costumbre). Tiempo después recopilé todas estas historias encuadernadas en volúmenes separados en tapa dura, trabajo que hicieron las monjas Catalinas de Siena en La Laguna, en frente de la plaza del Adelantado. En aquel entonces las monjas realizaban este trabajo de forma impecable, te acercabas en horas de visita al torno, tocabas el timbre y una voz femenina decía: "Ave María Purísima", a lo cual con cierto corte contestaba:"Sin pecado concebida" y le hacía el encargo.
Creo que casi todos los que estudiamos con el antiguo sistema educativo recordamos con mayor o menor cariño los manuales de texto de literatura de don Fernando Lázaro Carreter, de aquí algunos de los extractos de textos seleccionados, como "Crónica del alba" con la famosa escena con Valentina y el dedo en la escopetilla de balines. Pero el libro que más influencia a tenido en mí y en mi modo de ver la vida, de amar la naturaleza, la nobleza, ha sido "El camino" de Miguel Delibes y no solo por su preciosa temática sino porque lo leí en un momento clave de mi formación y maduración como persona. Creo que era el libro de obligada lectura en 2º de BUP. Después leí casi todos los de Miguel Delibes: "La sombra del ciprés es alargada", "Diario de un cazador", "Las ratas", "La hoja roja", "Un mundo que agoniza", "Los santos inocentes" ... todos obras de arte, pero como el primero ninguno.
Todos deberíamos tener un libro que nos sirviera de guía en la vida.
La siguiente parodia ensalza los valores de un libro desde la óptica tecnológica: