miércoles, 12 de julio de 2017

Imágenes del pasado

Cuando veo casas antiguas deshabitadas, ruinosas, decadentes, me asalta un sentimiento de tristeza y nostalgia. En mi cabeza intento imaginar como pudo ser la vida de los seres que las habitaron, sus rutinas diarias. Seres a los que el paso del tiempo ha borrado su recuerdo.
Esas casas, que conservan todavía un aire señorial y augusto, se resisten a desaparecer y muestran todavía un atisbo de lo que fueron. Algunas han llegado hasta aquí en la decadencia por ser la herencia complicada de muchos herederos o fueron sus últimos habitantes unas hermanas solteronas que no dejaron tales herederos.
La belleza astrosa de estos caserones aumenta cuando están situados en parajes solitarios, como dominando páramos en otro tiempo esplendentes y hoy cubiertos de maleza y abandono.
En la zona de Guajara, en La Laguna, queda, oculta entre la vegetación, un antiguo caserón, al que se accedía a través de un camino empedrado. En la entrada había una especie de patio engalanado con arcos de flores y poseía una cuadra para las vacas. Cuando hace muchos años, siendo joven, me acerqué por la propiedad paseando a mi perro de aquel entonces (creo que era un podenco llamado Canario), creía que ya estaba abandonada pero un subrepticio movimiento de cortina me indicó que estaba siendo observado. Eché a correr con el perro y más tarde me enteré de que esa era la casa de un antiguo coronel de estado mayor retirado, que vivía solo y que paseaba por La Laguna con unos zapatos bastante estropeados, zapatos negros de charol medio descosidos por el carcañal y sin calcetines, vistiendo ropas decimonónicas, el pantalón sujeto por un cordón pero intentando mantener el porte. Era un hombre alto, medio desgarbado, con bigote y creo recordar que siempre portaba una bolsa plástica entre las manos. Solía cruzarmelo casi siempre por la calle Juan de Vera, en sentido hacia el Cristo... no sé a dónde iba.
Hoy, tantos años después, al pasar por las cercanías de esa casa en Guajara, atisbo a lo lejos los tejados de la magnífica casa asomando entre la floresta, vacía ya o tal vez ocupada.
Hace poco, aquí en Arrecife, subimos al techo de un comercio para realizar unas mediciones y pude ver la parte trasera interior de un antiguo caserón que actualmente está cerrado, con vallas en su ruinosa fachada y esperando, tal vez, sus dueños un fortuito derrumbe para poder construir un edificio nuevo con muchas plantas.
La trasera del inmueble era inmensa, con patios, escaleras y dependencias que me hicieron pensar por un momento en la vida que pudo alvergar allí. Me imaginaba a mujeres trajinando en sus quehaceres diarios en la cocina, tendiendo la colada, niños corriendo por el patio... figuras que se fueron desdibujando lentamente hasta que sólo quedaron las ruinas actuales...