domingo, 9 de agosto de 2020

Memoria histórica (El hombre que amaba los perros)

 El hombre que amaba los perros es una novela histórica escrita por el cubano Leonardo Padura. La trama gira en torno a la figura de Trotski, aunque también es la historia de Ramón Mercader, su asesino. Se sitúa en los últimos años de Mercader en Cuba y da fe de su fanatismo.

 

Trotski en su exilio en Finlandia
Trotski en su exilio en Francia

 A la muerte de Lenin, Trotski era su sucesor natural, pero un montaraz y rudo montañés (Stalin) conspiraba implacablemente para acaparar el poder. En su progresivo e imparable ascenso, fue eliminando a todos sus posibles rivales mediante traiciones y falsas acusaciones hasta conseguirlo.

 La Historia es reescrita por el stalinismo que incluso hace desaparecer la figura de Trotsky cuando aparecía junto a Lenin en las fotografías, tergiversando y corrompiendo la verdad con burdas manipulaciones.

El camarada Trotsky es borrado de la historia: https://educomunicacion.es/censura/historia_de_la_censura_fotografia.htm
 

La persecución implacable que sufrió Trotski, y el trotskismo, le llevaron inicialmente al exilio en Turquía, Francia, Finlancia y finalmente a México, donde sería salvajemente asesinado por Mercader.

Orwell en Rebelión en la granja, representa a Stalin como al cerdo jefe que convence al resto de los animales para que se levanten contra el opresor humano que los tiene esclavizados. Finalmente lo que consigue es convertirse en el mayor tirano que pudieran imaginarse. Orwell conoció de primera mano lo que era capaz de hacer Stalin. En la Guerra Civil Española combatió del lado republicano en las filas de las brigadas internacionales y constató como los agentes soviéticos eliminaban a los militantes del trotskista POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en especial la tortura y muerte de su líder Andreu Nin

En la distópica 1984, Orwell representa una sociedad constantemente vigilada por el Gran Hermano, envuelta en una presunta guerra interminable contra un imaginario enemigo y donde las noticias y la historia se reescriben de un día para otro.

En Archipiélago Gulag, el nobel Solzhenitsyn (que padeció en sus carnes el jarabe democrático) relata como millones de rusos desaparecían en los gulags soviéticos sin saber que demonios habían hecho. 

En el El cero y el infinito Arthur Koestler narra los Procesos de Moscú donde el inefable camarada Stalin inventaba acusaciones falsas para eliminar a todo posible rival (y que conste que Koestler era otro hombre de izquierdas comprometido y engañado).

Detenciones, torturas y muerte, este es el currículum del comunismo. Recuerdo un debate donde participaba la periodista Isabel San Sebastián, cuando otro contertulio (no recuerdo quién) hablaba de los crímenes cometidos en nombre de Dios, ésta le contestó que no había parangón con los cometidos en nombre del No Dios. Así es, millones de rusos (más que el número de víctimas del nazismo) deportados y muertos en los gulags y las hambrunas del stalinismo. Millones de camboyanos torturados y muertos en los campos de reeducación de los jemeres rojos con Pol Pot a la cabeza. 

Hoy lo que nos queda del comunismo es una especie de comunismo capitalista chino (puedes hacerte rico pero no se te ocurra discrepar), una brutal dictadura comunista hereditaria en Corea del Norte y la miseria del eje bolivariano, por eso cuando oigo algún político de medio pelo hablar del pueblo soberano no puedo evitar que un sudor frío me cubra la frente.