martes, 28 de marzo de 2017

La mujer del César además de ser honrada debe parecerlo

"La mujer de César además de ser honesta debe parecerlo" es una de las muchas frases célebres que dejó para la posteridad el gran Julio César.
Cayo Julio César militar y político romano fue grande en casi todo lo que emprendió, su capacidad como estratega militar iba pareja a sus grandes cualidades como político (ambas virtudes eran propias de la antigüedad clásica), tampoco desmerecen sus cualidades como escritor en "De bello Gallico" donde narra las peripecias de la Guerra de las Galias.
El encumbramiento de tan gran personaje se produce durante el explendor y cénit de la República Romana, donde César, cada vez más poderoso y respetado, se va haciendo con el control del poder. Como cualquier político y personaje público estaba expuesto a la crítica y la deshonra. Se tramaban conjuras y complots para desacreditarlo. El origen de la famosa frase que da título a este Comentario está en el siguiente suceso: El escándalo de la fiesta de la buena diosa tal como lo llama Gérard Walter, autor de la biografía en la que me baso para este post.
El suceso de marras tiene su origen en el lance en que se vió envuelta Pompeya, la esposa de César, en la fiesta de la Buena Diosa. Pompeya era la encargada de celebrar dicha fiesta en la casa de César a la que sólo podían asistir mujeres, Clodio, amante a la sazón de Pompeya, un hombre todavía imberbe, disfrazado de mujer se introdujo en la casa, pero fue descubierto y se lió la de Dios.
Cicerón enemigo declarado de César y amigo de Clodio pudo tener algo que ver con el tema de desacreditar a César pero éste no se dió por aludido y siguió su vida como si nada (según Dión Casio: "César nunca castigaba por cólera enseguida. Jamás cedía al arrebato. Aguardaba la situación propicia..."), eso sí envió la carta de repudiación a Pompeya . Entonces ante la inacción de César los pontífices decidieron juzgar el asunto (así de paso los enemigos de César lo ignominiaban). Durante el juicio contra Clodio, cuando le tocó declarar a César, preguntado sobre el tema, declaró que no tenía conocimiento alguno del tema, entonces el acusador le preguntó porqué entonces había repudiado a su mujer y ahí fué pronunciada la famosa frase: "Porque no quiero que se sospeche siquiera de mi mujer".
Esta introducción tan larga viene a propósito de las peripecias del Presidente de Murcia, Pedro Antonio  y su Diego donde dijo digo. Este señor está siendo enjuiciado por el llamado caso Auditorio: prevaricación, fraude, malversación y falsedad en documento público, verdaderamente un buen rosario de imputaciones. En su momento, el individuo en cuestión (a la sazón miembro del PP) llegó al poder gracias a un acuerdo con C's en el que aseguraba que en caso de ser imputado dimitiría. ¿Qué creen que ha hecho? Negar la mayor, agarrarse a la silla y decir que hay que esperar, que seguro que sale absuelto.
Pero que hace la dirección nacional del PP, ¿repudiarlo?, ¿obligarlo a dimitir?, ¿darle la espalda?...¡qué va, lo apoyan!. Y sale alguno diciendo: No es lo mismo meter la mano que meter la pata, como si la cuestión fuese una chiquillada. La prevaricación no es sólo realizar acciones injustas a sabiendas para beneficiarse directamente de ellas, lo es en todo su sentido: firmar ayudas a quienes no le corresponden, tratar de beneficiar a los amiguetes por medios epurios, en fin todo lo que se nos pueda ocurrir que no se puede hacer con lo público, con lo que es de todos, con lo que no te pertenece.
Qué diferencia y qué ejemplo nos daban los grandes personajes de la Antigüedad con respecto a estos personajillos del presente.
Por cierto Plutarco, escribió las biografías "Vidas paralelas" donde se semblaban las vidas de dos grandes personajes de la Antigüedad, uno griego con otro romano, así se emparejaba Julio César con Alejandro Magno. Tal vez habría que escribir otras biografías tituladas "Vidas divergentes" y desemparejar un personajillo actual con un personaje histórico, por ejemplo Pedro Antonio Sánchez con Julio César.
Pedro Antonio Sánchez


Julio César





sábado, 18 de marzo de 2017

Saramago versus Mika Waltari

El premio novel portugués José Saramago, ateo practicante, publicó en 1991 su novela "El evangelio según Jesucristo" que viene a ser una versión libre e imaginada de un Jesucristo más humano y totalmente desconocedor de los designios divinos y un Dios más parecido al del Antiguo Testamento, más figurativo, irascible y calculador. Saramago vuelve del revés la historia bíblica, adjudicándole hermanos a Jesús, la crucifixión de José... Es decir, es una historia nueva escrita en esa forma particular suya, sin puntuaciones, todo de corrido, sin capítulos y que tiene en cuenta la voz del pensamiento. Es una forma muy particular de escribir y que, sin embargo, una vez que descubres su mecánica se puede hacer de forma bastante amena y sin problema.
Pero yo no quería tratar el tema de la gramática en Saramago, quería tratar la temática de su libro "El evangelio según Jesucristo", trata de un tema religioso y está escrito por un ateo, curiosa combinación. Lo cierto es que leyéndolo se percibe cierta mística en el personaje Jesucristo frente a un Dios toscamente dibujado. Un Jesus víctima de los designios divinos que le dirigen inexorablemente hacia su destino fatal. 
Ciertamente el libro puede ser conciderado una blasfemia por los creyentes cristianos pero, gracias a Dios, Saramago no tuvo que esconderse por miedo a agresiones de radicales, ni fue dictada ninguna fatwa (un edicto que emite la autoridad religiosa) ordenando la ejecución del señor Saramago, como le ocurrió al pobre Salman Rushdie por sus "Versos satánicos" y la fatwa que emitió el ayatolá Jomeiní en 1989 ordenando la muerte de Rushdie, incluso con recompensa incluida. Gracias a Dios, Rushdie sigue hoy en día vivo, peor suerte corrieron otras personas que tradujeron el libro en algunas partes del planeta.
El otro libro del que quería hablar es "Marco, el romano" de Mika Waltari, el escritor noruego tan pródigo con la historia (autor del célebre "Sinué el egipcio"). En esta novela se narra la historia de Marco, un romano que investiga la vida y muerte de Jesús durante el período que va desde la cruxificción hasta la resurrección. Está escrito en forma epistolar, es decir el relato se realiza mediante las cartas que le envía Marco a su antigua amante en Roma, Tulia, una mujer casada, contándole sus vicisitudes primero en Alejandría y después en Palestina. La historia va basculando desde la vida ociosa que lleva Marco en Alejandría mientras espera, en vano, la llegada de Tulia hasta las investigaciones que realiza en Israel sobre la vida de Jesús y su próxima resurrección. Las cartas a Tulia son cada vez menos personales y se van transformando en un relato sobre la vida sagrada, coincidiendo con los personajes que forman parte de ella: María Magdalena, Simón Cireneo ..., la importancia de Tulia va desapareciendo ante el tremendo misterio que se le va presentando. La desconfianza de los discípulos de Jesús que no se fían de un romano, convierten la misión de Marco en ardua pero la recompensa final tiene para él una gran trascendencia.
En fin, "Marco, el romano" es una obra concebida desde la espiritualidad y la creencia, o por lo menos respetando en lo mayor la historia de los Evangelios. La misma sensación tuve cuando leí "Los pilares de la Tierra" de Ken Follett, la sensación de que era un hombre religioso y creyente. Nada más lejos de la realidad, como el propio Ken Follett declara: soy ateo por reacción contra mis padres.
Una última curiosidad, Aunque Mika Waltari estuvo propuesto para el Nobel de Literatura, nunca lo consiguió, como tantos otros buenos escritores: Delibes, Borges, Torrente Ballester ... pero vistos los últimos laureados (Obama el de La Paz en 2009 y, ya el remate final, el de Literatura para el gran Bob Dylan en 2016), el que Waltari no recibiese el Nobel no quiere decir nada.