jueves, 21 de mayo de 2020

CIENCIA FALSA Y FALSAS CIENCIAS

Ciencia falsa y falsas ciencias es un interesante libro de Joan Rostand, la edición que tengo es de 1971. Hace un recorrido por algunos casos de charlatenería que en su momento fueron considerados como ciencia. El autor pone cuidado en aclarar que no hay científico que no se haya equivocado, esto forma parte de la profesión. Evidentemente, algunos grandes científicos han metido la pata y les ha costado reconocer su error, por orgullo, cabezonería e incluso, en buena fe, por estar convencidos de lo contrario. Esto es normal, son humanos y tienen sus mismas pasiones.
 El desarrollo de la ciencia no ha sido, ni mucho menos, un paseo triunfal de hombres laureados. Por el camino, mentes extraordinarias han sufrido el rechazo social alentado por individuos mezquinos, recelosos de perder sus privilegios. Por citar algunos muy importantes, podemos recordar en matemáticas a Georg Cantor (1845-1918) y su teoría de conjuntos, con distintos tipos de infinitos; y la termodinámica, que no sería posible sin las aportaciones de Ludwig Boltzmann (1844-1906) que acabaría suicidándose después de una meritoria carrera, se supone que por el rechazo que suscitó su concepto estadístico de la entropía.
 Es sobradamente conocido el proceso inquisitorial que sufrió el gran Galileo Galilei (1564-1642)  por su defensa del sistema copernicano (heliocentrista), contradiciendo la teoría ptolemaica (geocentrista). La teoría ptolemaica, que situaba la Tierra en el centro de un pequeño universo, era más adecuada al dogma católico medieval, por el mero hecho de que así se justificaba la escepcionalidad del ser humano en la creación. Pero en la Biblia sólo hay una breve mención a esta cuestión en el libro de Josué, del Deuteronomio, cuando por intercesión divina, el sol y la luna son detenidos en su ruta celeste diaria para propiciar la derrota de los enemigos del pueblo hebreo.
Lo que ocurría es que la teoría ptolemaica era tozudamente contradicha por las observaciones astronómicas: planetas que de repente cambiaban el sentido de su órbita, retrocediendo y haciendo giros imprevistos, obligaban a realizar continuas rectificaciones en el sistema ptolemaico, introduciendo nuevos conceptos como epiciclos y ecuantes. Sin embargo, el copernicanismo (el heliocentrismo tampoco es una idea totalmente original de Copérnico: ya, en la antigua Grecia, en el S.III a.C., Aristarco de Samos había propuesto que el Sol estuviera en el centro del Universo, lo que sí es cierto, es que Copérnico le da un empaque matemático sólido a esta teoría) explicaba de forma simple y elegante el movimiento de los planetas y el sol (no hay que olvidar que un principio básico en la moderna ciencia es el de la navaja de Ockham: En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable). Galileo, con ayuda del telescopio, descubre cosas que le confirman el copernicanismo. 
Para no alargarnos mucho más, ya sabemos el final de la historia: Galileo obligado a abjurar del copernicanismo y sus libros son condenados al índice de libros prohibidos de la Iglesia.
Pero el motivo de esta reseña no es la de estudiar el tortuoso recorrido de la ciencia a lo largo de la historia, sino el de presentar a algunos de los farsantes que se han presentado bajo falsos ropajes científicos.
En la antigua Unión Soviética, durante la sanguinaria dictadura de Stalin, un individuo llamado Trofim Lysenko medró en ese régimen, defendiendo una descabellada teoría (la "vernalización"), una confusa mezcla de lamarkismo y darwinismo mal entendido que no cumplía ni con las leyes genéticas de Mendel ni con la evolución darwiniana. Según él, se podía conseguir una adaptación de las semillas al clima invernal de forma que se consiguieran cosechas espectaculares (en aquellos momentos el régimen estalinista llevaba a cabo planes quinquenales de cultivos para alimentar al pueblo, que resultaron un completo fracaso y derivaron en terribles hambrunas). Científicos honrados que se atrevieron a discutir esos disparates acabaron en el gulag (como acusaría años después el físico nuclear, disidente soviético, el premio nóbel de la paz, Andréi Sájarov).

Aquí, en España, estos días tenemos a egregios charlatanes encaramados a la tribuna, aupados por un poder político espurio. Destacan Félix Tezanos presidente del CIS y encargado de cocinar encuestas con dinero público que orienten hacia la simpatía del gobierno actual. En otro comentario de este blog ya hablamos de la opinión que tiene el sociólogo Ignacio Varela de Tezanos: prevaricación.
Y, para terminar, no me puedo olvidar del simpar Dr., que no es doctor, Fernando Simón y su comite secreto de expertos. Nos ha mareado diariamente con su charlatería confusa y contradictoria: del que hagan lo que quieran en el 8M a todos en casa el 9M, de no hace falta la mascarilla a tener que ponernosla sí o sí...


Siempre recuerdo, como un lema que llevo grabado, las palabras de Fontenelle: "lo que me convence de nuestra ignorancia no son tanto las cosas que son y cuya razón se nos escapa, cuanto las cosas que no son pero de las que encontramos la razón"  (Historie des Oracles)

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